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Autor

Rodrigo Dassori Günther

Director de Proyectos de Ingeniería Ingeniero Civil Electrónico de la Universidad de Concepción MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez

Rodrigo Dassori Günther

4 de mayo de 2021

Los proyectos existen desde el inicio de la humanidad, pero no siempre fueron como los conocemos hoy. La forma de valorarlos cambió drásticamente y con ello su esencia y la forma de administrarlos.

Hoy sabemos que para que un proyecto sea exitoso, debe cumplir con tres objetivos fundamentales: Calidad, Costo y Plazo. Durante siglos los proyectos se apoyaron en uno o dos, pero raramente en estos tres pilares. 

Grandes proyectos, como las catedrales europeas, nunca tuvieron como interés el plazo y, con los actuales objetivos de gestión, nunca se habrían realizado. ¡La Catedral de Colonia se construyó en 632 años! 

Con la llegada de la era industrial, se reorganiza la sociedad y nace un mercado demandante de bienes y servicios, a cuya sombra se gesta un sistema financiero que le inyecta valor al dinero en el tiempo. Los proyectos pasan a ser inversiones y, con ello, nace un nuevo sistema de administrarlos. Bajo esas reglas se mueven hoy nuestros Jefes de Proyecto. 

Con el tiempo se empiezan a agregar nuevas demandas a la gestión de proyectos: el impacto ambiental y sus permisos, la relación con las comunidades y los stakeholders, en general. Además, con la llegada de los proyectos “fast track” empieza a ser cada vez más común iniciar los procesos de construcción cuando la ingeniería todavía está en desarrollo. Todo lo anterior complejiza más aún algo que, de por sí, no era simple y no sorprende ver en la estadística mundial que los proyectos rara vez terminan en plazo y presupuesto.

La importancia del Jefe de Proyecto es cada vez mayor. Durante las últimas décadas, nos hemos visto bombardeados por nuevos sistemas de gestión. Términos como PMO, Metodologías Ágiles, Lean, Scrum Master, entre muchos otros, han pasado a ser cotidianos.

El Project Management Institute (PMI) ha realizado una labor importante en elaborar una Metodología de Gestión de Proyectos, que es la más ampliamente utilizada actualmente. En general, no inventaron nada: recogieron y sistematizaron las mejores prácticas. Ellos concluyen que un proyecto se divide en 10 áreas de gestión. Sin ánimo de enumerarlas todas, abarca gestión de Planificación, Costos, Calidad, Recursos Humanos, Adquisiciones, Comunicaciones, entre otras. 

Nada muy novedoso, cualquiera que ha liderado un proyecto, sabe que tiene que exponerse a todas esas dimensiones. Lo que quiero destacar es que estamos hablando de áreas de gestión distintas unas de otras y que, por lo tanto, requieren habilidades distintas. Esto es lo que hace tan demandante el rol del Jefe de Proyecto. Para poder gestionar tantos ámbitos, tiene que aunar habilidades y cualidades que son difíciles de encontrar en una sola persona: buen comunicador, líder, tomador de decisiones, con visión general, conocimientos técnicos, formador de equipos de trabajo y habilidades de negociación.

A no ser que esperemos que entre por la puerta un superhéroe con superpoderes, tenemos que preocuparnos de formar a los Jefes de Proyecto para que puedan desarrollar las habilidades que requiere el cargo. Es fundamental poder identificar tempranamente a aquellas personas que cuentan con las habilidades personales y formarlas sistemáticamente en la gestión de Proyectos. 

Es un proceso largo, que mezcla experiencia con habilidades y conocimientos. Los que trabajamos en empresas de proyectos aprendimos que muchas veces eso hace la diferencia entre el éxito y el fracaso.