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Marcos Lima Aravena

Estudió ingeniería civil de industrias con mención en química en la Universidad Católica de Chile, fue director nacional del INP...

Marcos Lima Aravena

Marcos Lima
Director de Pares&Alvarez

12 de diciembre de 2020

A partir del lanzamiento de la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, hemos visto un gran interés en torno a las posibilidades de Chile en el desarrollo de esta nueva industria, llegándose a hablar que los proyectos asociados podrían impulsar la creación de 22 mil nuevos empleos al 2030, 87 mil a 2040 y 94 mil al 2050, con más de 800 empresas participando en el cluster que se formaría a su alrededor, siendo equivalente en exportaciones a la minería del cobre hacia el año 2050. Es positivo que el país sueñe con incorporarse a la gran cruzada del siglo XXI, frenar el cambio climático, siendo un actor relevante en la transformación energética ligada al hidrógeno verde y cooperar así con un planeta cero emisiones.

Para que se utilice masivamente este gas, deben desarrollarse aún nuevas tecnologías, tanto en su producción y almacenamiento como en múltiples aplicaciones referidas a su uso en el consumo doméstico, la industria y el transporte, a fin de hacer viable su aplicación comercial, ya que todo ello es aún work in progress. Chile puede dar un salto en su capacidad para impulsar emprendimientos tecnológicos en este campo, a pesar de que lo que ha sucedido en el pasado, no nos hace ser muy optimistas. No debemos olvidar que, siendo nuestro país el principal actor global en la minería del cobre y muy relevante en la industria forestal y la salmonicultura, no ha podido desarrollar empresas tecnológicas globales competitivas, y ésta puede ser una oportunidad para reivindicarse.

En efecto, las cifras del país en relación con la inversión en I+D+i son paupérrimas, no superando el 0,4% del PIB, el más bajo entre los países de la OCDE[1], siendo también bajo el número de investigadores dedicados (1,11 vs 8,29 media OCDE), aunque es justo reconocer que se produce investigación de calidad[2]. Sin un ambiente adecuado de cooperación y confianza entre el capital privado, los empresarios y emprendedores, la academia y los centros de investigación, nada será posible. Al respecto, el Estado debe servir de catalizador para este proceso asociativo, indispensable para alcanzar el desarrollo.

Un segundo llamado de atención se refiere a la maldición de la distancia. Somos uno de los países más “aislados” del mundo y nuestros vecinos no son precisamente un ejemplo de estabilidad y crecimiento económico. Si Ud. pone en el centro del planeta a Chile, verá en la mitad del globo, América Latina, la Antártida y el resto, un inmenso océano azul. Ni siquiera verá África o Australia, aunque si alcanzará a aparecer Miami; en nuestra mitad se genera menos del 10% del PGB mundial y al otro lado el 90%. Ello es fundamental cuando  para efectos de exportación, los costos de transporte y distribución del hidrógeno o de los combustibles y otros compuestos derivados de éste, pueden neutralizar la pretendida ventaja país de tener una energía de fuentes renovables muy barata y competitiva. Es difícil pensar en competir con plantas productoras de H2 verde basadas en energía solar fotovoltaica que puedan instalarse en África del Norte, o parques eólicos del Norte de Europa, que pueden “inyectar” el H2 a los sistemas de distribución existentes y ahorrarse los costos y complicaciones del transporte a largas distancias, que deben recorrer nuestras exportaciones.

Y la tercera alerta, dice relación con que esta carrera por la tecnología y los mercados para el H2, es una pelea de “perros grandes”. Entre Estados Unidos, Alemania, China por una parte y los países de África, Oceanía y el Medio Oriente por otra, no queda mucho espacio para avanzar. Tienen más cercanía de los mercados, donde se  definirán la forma en que se va a utilizar este combustible, miles de investigadores y clusters tecnológicos probados junto a una tradición para generar aplicaciones comerciales casi inmediatas, y en el caso de los países OPEP, miles de millones de dólares para invertir en una “competencia” que los puede dejar con su petróleo bajo el desierto.

[1] OECD. Stats, abril de 2019

[2] SCImago Journal & Country Rank (2014).