Resultados (0)

 

Cristina Meissburger
Gerente Técnico de la Gerencia Ambiental

24 de febrero de 2022

Después de casi 28 años desde que se promulgó la Ley 19.300, la forma de evaluación de los proyectos dentro del marco del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) ha ido evolucionando de tal manera que, no sólo participan en este proceso diferentes organismos del Estado, sino que las comunidades se han involucrado cada vez más. Por ello, hoy es fundamental que los titulares de un nuevo proyecto consideren no sólo el diseño y la generación de un menor impacto ambiental, sino que también incluyan a las comunidades que habitan el lugar en que se emplazará el proyecto.

Con la necesidad de anticiparse a las eventuales dificultades ambientales, es que hoy se requiere tener un mayor avance de la ingeniería conceptual y básica para dar respuesta a los principales impactos que tendrá el proyecto y anticipadamente definir las medidas de control y/o mitigación necesarias desde el punto de vista medioambiental. Para lograr este objetivo, el SEIA identifica dos aspectos relevantes: la localización y las emisiones y/o residuos del proyecto. Teniendo esto identificado, es necesario hacer el cruce entre estas variables para poder identificar los efectos medioambientales del proyecto.

Por lo tanto, para determinar correctamente el impacto de un proyecto es importante considerar la interacción de distintas disciplinas, tales como calidad del aire, medio físico, ecosistemas terrestres y acuáticos, patrimonio y arqueología, y medio humano, permitiendo así una visión más amplia.

Esto significa, por ejemplo, que cuando se requiere hacer corta de vegetación para alguna obra, el primer componente afectado es la flora, lo que podría tener como impactos la fragmentación de la vegetación y/o la pérdida de especies. Una segunda variable sería la fauna, parte de este ecosistema, que depende del suelo que lo alberga y que permite, a su vez, la proliferación de la flora. Otro elemento de la ecuación a considerar sería que la falta de vegetación también puede generar procesos erosivos, alterar el flujo de aguas o cambiar su calidad debido al arrastre de sedimentos, entre otros. Finalmente, si hablamos del plano humano, se pueden ver afectadas actividades propias de las comunidades que habitan en el lugar, ya que este ecosistema puede proveer pesca, recursos para calefacción, áreas turísticas, etc.

La evaluación ambiental de los proyectos requiere, por tanto, una mirada multidisciplinaria, que tome en cuenta las características propias de cada componente ambiental, su interacción con otros, y cómo el proyecto puede ser definido y rediseñado, en muchas ocasiones, para reducir sus impactos inherentes.

Esta mirada puede potenciarse si se integra la participación de las comunidades que habitan en el lugar en las etapas tempranas de desarrollo de los proyectos, ya que son quienes mejor conocen su entorno y pueden guiar a los especialistas en el levantamiento de la información, definición de los impactos y formas más adecuadas de mitigarlos.

Por eso, un enfoque global permitirá conocer mejor los componentes ambientales específicos allí presentes y sus interacciones, lográndose una mejor conceptualización del proyecto y una adecuada inserción en el espacio físico; lo que es finalmente el principal objetivo del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental.