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Paula Clemo
KAM y subgerente Comercial, gerencia de Consultoría
Pares&Alvarez

26 de enero de 2021

Cuando Kamala Harris fue elegida la nueva vicepresidenta de Estados Unidos, dijo en su discurso «si bien soy la primera mujer en ocupar este cargo, no seré la última, porque cada niña que nos esté mirando verá que éste es un país de posibilidades».

Pero la historia nos ha mostrado que, a pesar de existir excepciones a la regla, no es fácil cambiar paradigmas y la participación de la mujer en el mercado laboral ha sido la más golpeada por los efectos del Covid-19, de acuerdo con el INE. Es más, según el primer reporte “Indicadores de Género de las Empresas Chilenas” de 2019, la participación femenina en el mercado laboral era de un 40,7%, las mujeres en gerencias alcanzan solo el 20% y en directorios la proporción era la mitad.

Claramente hay industrias en donde la participación femenina es mayor que otras, como el comercio, pero hay sectores, que, pese a los esfuerzos de algunas empresas por mejorar esta situación, aún están muy lejos de equipararla a la participación de los hombres, aunque contemos con las mimas capacidades técnicas.

La minería, por ejemplo, sigue siendo una industria extremadamente masculina y las mujeres no tienen acceso de forma equitativa a las oportunidades laborales ni económicas que presenta este sector. De acuerdo estudios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la participación femenina es sólo del 8,4% y sólo el 35% de las empresas cuentan con políticas explicitas sobre su participación.

Por eso que programas como “Mujeres Líderes Emergentes del Sector Minero”, implementado actualmente por el BID en Chile, son de gran importancia. Durante años las mujeres hemos tenido que adaptarnos y funcionar con un liderazgo masculino en el mundo de la minería. Entonces las mujeres hemos debido, tradicionalmente, que tratar de ocultar nuestras propias características para encajar en este sector. Sin embargo, en el programa hemos descubierto que, de acuerdo con la evidencia, el liderazgo tradicional, típicamente masculino, no es el único camino. Es fundamental el aporte de muchas de las características femeninas, como la capacidad de escuchar, de conectar con la gente, de empatizar, de trabajar en forma colaborativa y de inspirar, para abrir nuevas posibilidades.

De acuerdo a las actividades y conversaciones que hemos realizado en el programa del BID, la minería enfrentará cambios importantes en el futuro cercano, serán desafíos difíciles que no se conseguirán sólo con un liderazgo técnico o soluciones lineales planteadas por un grupo de expertos, sino que se requerirá de nuevas estrategias y la capacidad de movilizar a las personas a través de liderazgos que valoren la diversidad de los puntos de vista, y es aquí donde la mujer tiene mucho que aportar y así aumentar las probabilidades de éxito de proyectos y organizaciones, junto con el liderazgo masculino.

Agradezco a Pares&Alvarez por apoyar mi participación en este programa, escuchar historias de mujeres sobresalientes y cómo debieron enfrentar los diversos desafíos hasta llegar a ser reconocidas, ha implicado un gran aprendizaje. Sin embargo, es importante que muchas empresas fomenten, conscientemente, para que se genera un cambio de paradigma en nuestra sociedad, porque para aumentar la participación de la mujer, no sólo en la minería, si no que en general en todas las industrias, se requiere apoyar a la mujer a conciliar la vida laboral y familiar, a que se iguale, también, con los hombres el trabajo no remunerado que realizamos en el ámbito privado, además de asegurar la igualdad en oportunidades técnicas y económicas.