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Francesca Mengozzi
Líder de Arqueología, Gerencia de Medio Ambiente
Pares&Alvarez

6 de agosto de 2021

La larga y delgada faja de tierra que tiene actualmente el nombre de Chile fue testigo de los primeros pasos de seres humanos hace, aproximadamente, 13.000 años. Hombres, mujeres, niños y niñas comenzaron a habitar y coexistir con la diversidad de climas, relieves, flora y fauna que podemos encontrar desde Arica hasta Tierra del Fuego y desde la cordillera al mar, creando diversas tecnologías para interactuar con el ambiente y entre ellos. De estas tecnologías quedan vestigios de diversa índole que atestiguan su presencia en nuestro territorio.

Estos vestigios, o evidencias materiales, son estudiados por arqueólogas y arqueólogos para conocer las diversas formas de organización social, simbólica, política y económica de las sociedades del pasado y del presente. De esta forma, podemos acceder al maravilloso y diverso mundo que nuestros antepasados vieron, usando como guía los pequeños fragmentos de cerámica, piedras talladas, restos de habitaciones e, incluso, elementos históricos que permiten contar historias paralelas a los discursos oficiales, develando la vida de personas invisibilizadas en los textos, como indígenas, esclavos, pobres, migrantes, mujeres, niños y niñas.

Las evidencias materiales conforman parte de nuestro patrimonio cultural, el cual es protegido por una serie de leyes, decretos y acuerdos internacionales, ya que forma parte de nuestro acervo cultural y aporta sustancialmente a nuestra identidad regional, nacional y mundial. Sin embargo, estos elementos a menudo se intersectan con las necesidades de la sociedad actual en tanto desarrollo económico e industrial, crecimiento urbano, obras públicas y privadas, entre otros, afectando de forma directa al patrimonio arqueológico e histórico presente en el área de construcción de un proyecto.

Desde la creación de la ley 19.300 sobre Bases del Medio Ambiente en 1994, los proyectos de inversión y la disciplina arqueológica se han relacionado de manera sistemática y frecuente, a través de la elaboración de caracterizaciones y líneas de base, que permiten documentar y generar planes de manejo preventivos para salvaguardar el patrimonio nacional, evitando, minimizando o corrigiendo el impacto. Así, en los últimos 25 años, las herramientas de gestión ambiental orientadas a elementos del patrimonio arqueológico e histórico se siguen perfeccionando y estandarizando de acuerdo a las zonas, regiones y tipos de paisajes culturales.

Del mismo modo, el desarrollo de la disciplina arqueológica al alero de estos proyectos ha permitido aumentar exponencialmente el corpus de datos y, por ende, el conocimiento que poseemos sobre las sociedades del pasado, al abarcar grandes y diversas zonas dentro del país, no estudiadas de manera sistemática previamente. Además, este vínculo nos permite participar activamente del desarrollo de nuestro país, creando puentes entre el pasado, el presente y el futuro.

Si bien, aún queda por hacer en este ámbito, a través del trabajo como Líder del Área de Arqueología y Patrimonio Cultural en Pares&Alvarez, he aprendido que el trabajo interdisciplinario entre distintos profesionales vinculados al diseño, construcción y puesta en marcha de los proyectos de inversión, permite crear puentes comunicacionales donde es posible un lenguaje común tendiente a lograr la sustentabilidad de los bienes patrimoniales en un país en crecimiento constante, cuidando así nuestro patrimonio, historia e identidad.