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30 de junio de 2023

Víctor Contreras
Gerente General

Durante la última década hemos sido testigos de los efectos del cambio climático, como la desertificación gradual, pérdida de vegetación, sequías, incendios forestales de gran magnitud y más anormalidades climáticas como tormentas, inundaciones, trombas o huracanes. Según el último estudio (2019) de World Resources Institute, Chile se encuentra en el lugar 18 de 164, entre los países más estresados hidrológicamente, con un 72% de su superficie con algún grado de sequía.

Detener y revertir el cambio climático es una de las grandes tareas que enfrenta actualmente la humanidad, teniendo como  foco la reducción de gases invernadero y, en especial, las emisiones de CO2. Así aparecen temas que, hasta hace algunos años, parecían de ciencia ficción, como la generación de energía eléctrica verde, con la eliminación gradual del uso de combustibles fósiles; la generación de hidrógeno verde para su uso como materia prima o como combustible; y la electrificación del parque automotriz, entre otras muchas iniciativas.

Sin duda que estas acciones van en la dirección correcta, pero para que logren un efecto, deben ser ejecutadas a nivel planeta. Es por esto, que necesitamos generar conciencia y compromiso de todos, así como la aplicación de medidas que estimulen o, de ser necesario, obliguen a la humanidad, incluso si esto significa ralentizar el desarrollo económico para asegurar un futuro mejor. Es importante entender que incluso si logramos frenar el calentamiento global, el efecto no será fácil ni rápido. Por lo tanto debemos adaptarnos a vivir en estas nuevas condiciones, pues la escasez de agua seguirá estando presente por un buen tiempo.

A nivel industrial y gubernamental, existen soluciones para el déficit de agua, como la instalación de plantas desaladoras, solución madura y en uso en Chile y el mundo. También se deben construir más tranques y canales, hacer más eficiente el riego agrícola, promover el reúso de aguas grises y efluentes industriales y mejorar la “calidad” de las instalaciones sanitarias, para reducir pérdidas de agua incorporando más y mejores tecnologías.

¿Pero qué podemos hacer nosotros como población para cooperar a que el problema sea menos grave? Hay lugares, como el norte y centro de África, sur de España y Medio Oriente, entre muchos otros, en que el agua tradicionalmente ha sido escasa. Y por ello, su cultura se ha ajustado a esta escasez, que es lo que debiéramos hacer nosotros.

Por ejemplo, Israel es el país que más recicla agua, alrededor del 85%, seguida por España con el 20%. Casi el 50% del agua utilizada en Israel en el sector agrícola es reciclada. Este país también es conocido por ser la cuna del desarrollo de métodos de irrigación innovadores, como el riego por goteo, que ayudan a ahorrar una gran cantidad de agua y maximizar la efectividad y producción de las plantaciones agrícolas. Sin embargo, parte del secreto del «milagro del agua» en Israel es la conservación de los recursos hídricos, la que está enraizada en la cultura y educación, dándole un valor primordial a la preservación  de las fuentes de agua y de modo de no agotarlas en exceso.

Siguiendo este ejemplo, en Chile debemos propender a la educación y la cultura respecto del uso eficiente del agua. En nuestro país existe, desde 1994, la Ley 19.300 de Bases Generales del Medio Ambiente, que incluye ejes temáticos como el aire, los residuos, el agua, el cambio climático, la contaminación acústica, la biodiversidad y la eficiencia energética, que son parte del currículo escolar entre 1° básico y 2° medio. Sin embargo, dada la situación en la que estamos hoy, no ha sido suficiente.

Entonces, parece crítico generar un programa más robusto sobre el cuidado del vital elemento, que se imparta de manera permanente en los establecimientos educacionales a lo largo del país, con especial énfasis en las zonas en que ya es más urgente, con un acompañamiento permanente de las familias y la sociedad.

Es fundamental que cada uno de nosotros se sienta importante y responsable en esta tarea común, generando así, gradualmente, una más población consciente y educada. Estos programas deberían estar enfocados a acciones concretas, como el no dejar llaves corriendo, buscar y reparar fugas o goteras, controlar el riego, reducir los tempos de ducha, entre otros. Así, cuando estas generaciones sean adultas, tendrán incorporada la eficiencia hídrica al diseñar, construir y operar una casa, redes de alcantarillado, manejo de los campos, plantas industriales, y en general todo consumo de agua.

Debemos concentrar los esfuerzos en la educación para generar este cambio cultural. Porque, si bien educar no es por sí solo la solución al problema, si permitirá mitigarlo. Este es el principal enfoque que debiéramos integrar para asegurar un mejor escenario del uso y manejo del agua en el futuro.

Dada la magnitud de la tarea, corresponde al estado llevar el liderazgo en este tema, y debiera ser hoy una de las primeras prioridades del Gobierno actual, y de los que vengan.